La frecuencia cardiaca es el número de veces que se contrae el corazón durante un minuto. Para garantizar el correcto funcionamiento del organismo es necesario que el corazón actúe bombeando la sangre hacia todos los órganos. Pero, además, debe hacerlo a una determinada presión (presión arterial) y a una determinada frecuencia.

Ahora bien, ¿cuál es la frecuencia cardiaca normal? Por regla general, un corazón adulto late entre 50 y 100 veces por minuto. Sin embargo, existen múltiples factores que alterna esta ratio.

El primero es la edad. Cuando nacemos, tenemos una frecuencia cardiaca muy elevada porque la actividad del organismo es intensa. Así, durante el primer mes de vida, los bebés tienen un pulso que oscila entre 70 y 190 pulsaciones por minuto. Ese ritmo va decreciendo a medida que nos aproximamos a la edad adulta. De hecho, a partir de los 20 años, se mantiene estable entre 50 y 100 pulsaciones.

La frecuencia cardiaca varía a lo largo del día por lo que la medición tiene una gran variabilidad. Factores como el sueño o el cansancio afectan de manera notable. Por las mañanas tenemos menos pulsaciones que por la tarde. Asimismo, factores como el estado de ánimo o la temperatura exterior también inciden a la hora de medir nuestra frecuencia cardiaca.

Por último, el ejercicio físico es otra variable que debe tenerse en cuenta. Las personas que realizan deportes de forma regular suelen tener menos pulsaciones por minuto. Se estima que cada 1-2 semanas de entrenamiento aeróbico podríamos conseguir una reducción en la frecuencia cardiaca en reposo de un latido por minuto.

En definitiva, se trata de un proceso muy importante para el que se requiere un alto consumo de energía y que debemos controlar. Existen estudios que revelan una asociación directa entre la frecuencia cardiaca y el riesgo de muerte. Para medir las pulsaciones, se puede tomar el pulso en las muñecas o el cuello. Asimismo, cada vez es más fácil disponer de un dispositivo innovador como Kardia Mobile, que nos permite realizar estas mediciones tan solo colocando los dedos de ambas manos sobre unos sensores que puede adherirse a la carcasa del teléfono móvil.